12 de diciembre de 2012
5 de diciembre de 2012
Solidaridad con la lucha de los trabajadores del Hospital Alberdi
Desde Tribuna de Salud nos solidarizamos con la lucha de los trabajadores del Hospital Alberdi, de Juan Bautista Alberdi, por el pase a planta y en contra de la designación discrecional de cargos.
Desde ya hace una semana que vienen acampando y realizando quites de colaboración.
Organicemos una respuesta de todo el movimiento autoconvocado para llevar al triunfo la lucha del Hospital de Alberdi y lograr el pase a planta también de todos los precarizados que tienen antiguedad en el resto de los hospitales.
Desde ya hace una semana que vienen acampando y realizando quites de colaboración.
Organicemos una respuesta de todo el movimiento autoconvocado para llevar al triunfo la lucha del Hospital de Alberdi y lograr el pase a planta también de todos los precarizados que tienen antiguedad en el resto de los hospitales.
TRIBUNA DE SALUD
tribunasaludtuc@gmail.com - 155-291003
18 de octubre de 2012
PAREMOS EL AJUSTE, DIGAMOS NO A LAS CESANTÍAS
La decisión de cesantear a 50 reemplazantes en el Hospital Centro de Salud muestra a las claras la orientación social del gobierno, de descargar la crisis fiscal sobre los trabajadores.
No estamos en presencia de una medida aislada. En los otros hospitales están procediendo de la misma manera.
Es una escalada ajustadora que no solo se da en la salud. En todos los ámbitos de la administración estatal y de los municipios se están adoptando medidas que afectan la estabilidad laboral, los salarios.
El propio gobierno ha tenido que meter manos a los fondos de la Caja Popular porque ha declarado que no esta asegurado el pago del medio aguinaldo.
En estas circunstancias, ya desde el hospital Centro de Salud, la comunidad de ese hospital ha adoptado medidas de protesta reclamando la reincorporación de los compañeros. Lo mismo ha ocurrido en el hospital de Leales.
El gobierno había firmado con los sindicatos de la salud un acta acuerdo de Paz Social, por la cual no se iban a tomar medidas que afectaran el salario o la estabilidad laboral. Por otro lado, en esos acuerdos se comprometía precisamente a pasar a planta a todo el personal precarizado.
Hoy esa paz social ya no existe más. Hoy lo que existe es su contrario, una suerte de guerra social del gobierno contra los trabajadores. Ese es el sentido del nuevo sistema de evaluación que se está implementando a pesar que el gobierno de palabra dijo que se dejaba de lado.
No se puede permitir que estos atropellos pasen, porque si pasan y el gobierno ve que no hay fortaleza en la defensa del trabajo y el salario, van a venir por más, van a profundizar los ataques, porque para este gobierno el negrerismo es política de estado.
Las llamas del movimiento autoconvocado de la salud no se han apagado, tampoco la convicción de que “si tocan a uno tocan a todos”. Por eso organicemos una respuesta de conjunto. Discutamos en las asambleas cómo poner en pie un gran movimiento de lucha que enfrente el ajuste y los despidos.
Desde Tribuna de Salud, comprometemos nuestro esfuerzo para contribuir en la organización y la lucha unitaria.
BASTA DE AJUSTE
TOCAN A UNO TOCAN A TODOS
NO A LAS CESANTÍAS
BASTA DE PRECARIZACIÓN
PASE A PLANTA YA
TRIBUNA DE SALUD
tribunasaludtuc@gmail.com - 155-291003
9 de septiembre de 2012
CHARLA DEBATE - Derechos sexuales y reproductivos. Acceso al aborto no punible
Hacia el XXVII Encuentro Nacional de Mujeres
(6, 7 y 8 de octubre - Misiones)
Ciclo de Charlas
LA AGENDA DEL MOVIMIENTO DE MUJERES
Segunda Charla:
DERECHOS SEXUALES Y REPRODUCTIVOS
ACCESO AL ABORTO NO PUNIBLE
Hablan:
Ana Toledo (Psicóloga de la Maternidad - Tribuna de Salud)
Paula Retambay (Plenario de Trabajadoras)
Miércoles 12 de setiembre - 17 hs. - Aula 413
Centro Prebisch - Facultad de Filosofía y Letras de la UNT
Avda. Benjamín Aráoz al 800
Organizan:
PLENARIO DE TRABAJADORAS
PUL
tribunasaludtuc@gmail.com
21 de julio de 2012
Por la legalización y el monopolio estatal de las drogas
Dos números atrás, Prensa Obrera publicó un artículo sobre la despenalización de las drogas que tiene un gran mérito: denuncia la hipocresía de quienes presentan el problema en términos de “libertades individuales”. Pero fuera de esto, el texto es un cúmulo de prejuicios e inexactitudes que buscan justificar un planteo reaccionario: la oposición a la legalización de las drogas.
Se argumenta que tenemos que oponernos a la legalización porque se trata de “una corriente internacional de orden más general -impulsada por magnates como George Soros y por The Economist-, en favor de legalizar el comercio de drogas”. Eso es verdad, pero lo que no dice el artículo es que el principal impulsor de “despenalización sí, legalización no” es la ONU,[1] ”esa cueva de bandidos” -palabras de Lenin, citadas por el propio Diego Mendoza en PO Nº 1.196- que transmite la posición oficial del imperalismo.
El artículo menciona la relación entre el consumo de drogas y la descomposición del régimen social, pero no la desarrolla y termina en pura moralina. Las drogas no son un problema por sí mismas; por el contrario, han jugado un rol cohesivo en distintas sociedades. Se convierten en un problema ante la decadencia de un modo de producción; eso pasó con el alcohol en el colapso del Imperio Romano y durante la Peste Negra.[2] Las drogas son un problema hoy porque la burguesía impulsa su uso como una “ayuda” para que el trabajador sobrelleve una superexplotación insostenible o para que el trabajador busque en ellas el placer que la sociedad capitalista le niega. Desde ya, ambas vías llevan a la frustración; en el primer caso, debido a los límites propios de todo organismo; en el segundo, porque la mayoría de las drogas que producen una experiencia importante de placer terminan produciendo habituación y dependencia, lo que genera displacer.
Este uso de las drogas va a tener lugar mientras persista la miseria de este sistema descompuesto e, incluso, durante los primeros tiempos de desarrollo de una nueva sociedad. Obviamente, puede haber atenuantes -y el combate contra las adicciones es una tarea política de primer orden para la clase obrera y el socialismo-, pero el uso social alienante de las drogas va a persistir durante todo un período histórico de transición. En ese contexto -que es la realidad que vivimos cotidianamente los militantes socialistas y las masas explotadas-, la legalización de las drogas más consumidas, con el monopolio estatal de la producción y distribución -más la libertad de cultivo, en el caso de la marihuana- jugaría un rol progresivo: por un lado, sería un golpe mortal a las mafias del narcotráfico. La objeción presentada por el compañero Mendoza, de que el alcohol, el tabaco y otras mercancías se siguen contrabandeando a pesar de su legalidad, además de calcada del vocero de las Naciones Unidas (ver http://bit.ly/ArSGW5), resulta pueril: el tabaco y el alcohol se contrabandean para evadir impuestos y para lograr así una ventaja económica. La producción estatal a larga escala, y la venta al costo, sin impuestos, eliminarían la base económica del narcotráfico.
Por otra parte, hay un problema de clase muy fuerte; la nocividad de la droga es inversamente proporcional al poder adquisitivo del consumidor: en Puerto Madero se consume “alita de mosca” -cocaína de alta pureza-, la clase media consume cocaína cortada con la sustancia que se le haya ocurrido al dealer -anfetas, pastillas, tiza…-, y en las villas está el paco, al que en Chile llaman “la cocaína de los pobres”. La legalización y el monopolio de la producción y distribución por parte del Estado terminarían con esta situación, lo que sería un gran atenuante en términos sanitarios.
Finalmente, hay un severo problema que el artículo no aborda -tampoco lo ha abordado ninguna de las corrientes de izquierda que ha tocado el tema-: ¿qué pasa con las drogas que ya son legales? Por ejemplo, la grandísima mayoría del consumo de benzodiazepinas desobedece el “uso prescripto”; se realiza por fuera de una psicoterapia, a mediano y largo plazo. En términos de alienación política y social, daño orgánico y psicológico, no hay diferencia cualitativa con las drogas ilegales -incluso, se suelen combinar con alcohol con fines “recreacionales”.
Oponerse a la legalización de las drogas de consumo mayoritario es un declaracionismo moralista propio de curas, no de socialistas. Defender la legalización, con el monopolio estatal de la producción y distribución, es una reivindicación odiosa, pero imprescindible, en el camino de las masas a la felicidad, a la que Aristóteles definía como el despliegue de todas las potencialidades del ser, y que sólo podrá tener lugar en una sociedad sin clases.
[1] Ver, por ejemplo, “La diferencia conceptual entre la despenalización y la legalización“, documento de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.
[2] Ver Hanson, History of Alcohol and Drinking around the World
Se argumenta que tenemos que oponernos a la legalización porque se trata de “una corriente internacional de orden más general -impulsada por magnates como George Soros y por The Economist-, en favor de legalizar el comercio de drogas”. Eso es verdad, pero lo que no dice el artículo es que el principal impulsor de “despenalización sí, legalización no” es la ONU,[1] ”esa cueva de bandidos” -palabras de Lenin, citadas por el propio Diego Mendoza en PO Nº 1.196- que transmite la posición oficial del imperalismo.
El artículo menciona la relación entre el consumo de drogas y la descomposición del régimen social, pero no la desarrolla y termina en pura moralina. Las drogas no son un problema por sí mismas; por el contrario, han jugado un rol cohesivo en distintas sociedades. Se convierten en un problema ante la decadencia de un modo de producción; eso pasó con el alcohol en el colapso del Imperio Romano y durante la Peste Negra.[2] Las drogas son un problema hoy porque la burguesía impulsa su uso como una “ayuda” para que el trabajador sobrelleve una superexplotación insostenible o para que el trabajador busque en ellas el placer que la sociedad capitalista le niega. Desde ya, ambas vías llevan a la frustración; en el primer caso, debido a los límites propios de todo organismo; en el segundo, porque la mayoría de las drogas que producen una experiencia importante de placer terminan produciendo habituación y dependencia, lo que genera displacer.
Este uso de las drogas va a tener lugar mientras persista la miseria de este sistema descompuesto e, incluso, durante los primeros tiempos de desarrollo de una nueva sociedad. Obviamente, puede haber atenuantes -y el combate contra las adicciones es una tarea política de primer orden para la clase obrera y el socialismo-, pero el uso social alienante de las drogas va a persistir durante todo un período histórico de transición. En ese contexto -que es la realidad que vivimos cotidianamente los militantes socialistas y las masas explotadas-, la legalización de las drogas más consumidas, con el monopolio estatal de la producción y distribución -más la libertad de cultivo, en el caso de la marihuana- jugaría un rol progresivo: por un lado, sería un golpe mortal a las mafias del narcotráfico. La objeción presentada por el compañero Mendoza, de que el alcohol, el tabaco y otras mercancías se siguen contrabandeando a pesar de su legalidad, además de calcada del vocero de las Naciones Unidas (ver http://bit.ly/ArSGW5), resulta pueril: el tabaco y el alcohol se contrabandean para evadir impuestos y para lograr así una ventaja económica. La producción estatal a larga escala, y la venta al costo, sin impuestos, eliminarían la base económica del narcotráfico.
Por otra parte, hay un problema de clase muy fuerte; la nocividad de la droga es inversamente proporcional al poder adquisitivo del consumidor: en Puerto Madero se consume “alita de mosca” -cocaína de alta pureza-, la clase media consume cocaína cortada con la sustancia que se le haya ocurrido al dealer -anfetas, pastillas, tiza…-, y en las villas está el paco, al que en Chile llaman “la cocaína de los pobres”. La legalización y el monopolio de la producción y distribución por parte del Estado terminarían con esta situación, lo que sería un gran atenuante en términos sanitarios.
Finalmente, hay un severo problema que el artículo no aborda -tampoco lo ha abordado ninguna de las corrientes de izquierda que ha tocado el tema-: ¿qué pasa con las drogas que ya son legales? Por ejemplo, la grandísima mayoría del consumo de benzodiazepinas desobedece el “uso prescripto”; se realiza por fuera de una psicoterapia, a mediano y largo plazo. En términos de alienación política y social, daño orgánico y psicológico, no hay diferencia cualitativa con las drogas ilegales -incluso, se suelen combinar con alcohol con fines “recreacionales”.
Oponerse a la legalización de las drogas de consumo mayoritario es un declaracionismo moralista propio de curas, no de socialistas. Defender la legalización, con el monopolio estatal de la producción y distribución, es una reivindicación odiosa, pero imprescindible, en el camino de las masas a la felicidad, a la que Aristóteles definía como el despliegue de todas las potencialidades del ser, y que sólo podrá tener lugar en una sociedad sin clases.
[1] Ver, por ejemplo, “La diferencia conceptual entre la despenalización y la legalización“, documento de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.
[2] Ver Hanson, History of Alcohol and Drinking around the World
Maximiliano Jozami
Publicado en Prensa Obrera Nº 1231 en su versión on line: http://po.org.ar/po1231/2012/07/19/por-la-legalizacion-y-el-monopolio-estatal-de-las-drogas/
18 de mayo de 2012
28 de abril de 2012
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